domenica 7 ottobre 2007

Niños y Música.

¿Es capaz la Música de modelar, como defendían los griegos, el sentido ético de una persona, su valor moral, su comportamiento individual y colectivo, educándola, en una palabra?

Ante todo deberíamos delimitar el contenido de la palabra educación y saber qué tipo de enseñanzas son las que educan y cuáles no, porque, como decía Platón en su Protágoras, una vez que el alma las recibe, recibe también su efecto dañino o beneficioso.

Jinarajadasa defiende que uno de los fines de la educación es que la persona establezca dentro de sí misma ciertos ideales elevados, ciertas modalidades superiores de pensamientos, de sentimientos y de acciones. Esto se puede conseguir por dos medios.
El Ser humano tiene capacidad de creación. Una araña que vea destruida su tela no puede hacer otra cosa que volver a tejer una nueva; no puede aprovechar lo que quedó de la anterior. En cambio el ser humano posee imaginación que le permite superar obstáculos, adaptarse a las circunstancias imprevistas y superarlas, y tener una fuerza espiritual propiamente humana con la que recrear en obras todo un mundo interior.

La natural relación del niño con la música llevó a Dalcroze, compositor y pedagogo suizo nacido en 1865, a realizar interesantes experiencias didácticas retomando la vieja idea de los griegos de que la música es esencial en la educación del alma.

En Grecia se cuidaba que la educación de los niños no olvidara la formación de la parte física a través de un culto a la fuerza y a la pureza (Gimnasia), y de la parte espiritual a través de la Música, que abarcaba todas aquellas disciplinas protegidas por las Musas. Se pretendía un cuerpo sano y un espíritu cultivado, propenso a las Artes y a una actitud humanista.

Dalcroze observó que la música exige unas capacidades de ordenación y de construcción, las cuales dependen de un estado interior de equilibrio, de su escala de valores y de cómo se sientan las variaciones de velocidad y pesadez. Entonces sintió la necesidad de crear un sistema educativo capaz de regularizar las reacciones nerviosas del niño, desarrollar sus reflejos y disociar sus ritmos naturales a partir de la música asegurándole la posibilidad de reaccionar sobre cada uno de ellos aisladamente, con el fin de llegar a armonizarlos, aunque fuera inconscientemente, y de luchar al instante e instintivamente contra toda pasajera falta de armonía.

Los ejercicios de la Rítmica de Jaques Dalcroze eran cada uno de naturaleza diferente, pero todos tendían a los mismos fines: reforzar la sensibilidad, regularizar los hábitos motores, crear nuevos reflejos, desvelar las facultades imaginativas y desarrollar el sentido de la construcción equilibrada, cada una de estas ideas apoyada sobre las otras.

De ese modo defendía que se podía pasar insensiblemente y sin teorizar de la música como fuerza ordenadora y vivificadora a la música como lenguaje inefable que conmueve y lleva serenidad al alma, y a la música como arte sublime que exalta nuestro espíritu, todo ello en un ambiente colectivo de estímulo y de emulación entre los niños.
Pues, ¿y ahora?... a enseñar música a nuestros niños! n.n

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