sabato 26 gennaio 2008

Amistad de estrellas (Dedicado...)

Eramos amigos, y nos hemos vuelto extraños el uno para la otra. Pero es bien que así sea, y no queremos callar ni escondernos cual si tuviéramos de qué avergonzarnos. Somos dos navíos, cada uno de los cuales tiene ruta y rumbo diferente; podemos tal vez cruzarnos y celebrar juntos una fiesta como ya lo hicimos. Estaban los navíos tan tranquilos en el mismo puerto, bañados por el mismo sol, que cualquiera creería que habían llegado a su destino y que tenían un destino común.
Mas luego la fuerza omnipotente de nuestra misión nos separó, empujándonos por mares distintos, bajo otros rayos de sol, y acaso no volveremos a encontrarnos o quizás si; pero no nos conoceremos, porque nos habían transformado otros mares y otros soles. Una ley superior a nosotros quiso que fuésemos extraños el uno al otro, y por eso nos debemos respeto y por eso quedará más santificado todavía el recuerdo de nuestro concomitante pasado. Existe probablemente una enorme curva invisible, una ruta estelar, donde nuestros senderos y nuestros destinos están inscritos como cortas etapas: elevémonos por cima de este pensamiento. Pero nuestra vida es demasiado corta y nuestra vista sobrado flaca para que podamos ser más que amigos en el sentimientos de aquella elevada posibilidad. Por eso queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso de que fuésemos enemigos en la tierra.

venerdì 25 gennaio 2008

Una providencia personal

Hay en la vida cierto estado superior. Cuando le hemos alcanzado, no obstante nuestra libertad y por más que neguemos al hermoso caos de la existencia toda razón providente y toda verdad, volveremos a hallarnos otra vez en grave peligro de servidumbre intelectual y tenemos que pasarpor las más difíciles pruebas. Entonces es cuando nuestro espíritu se ve asaltado violentamente por la idea de una providencia personal, idea que tiene la defensa del mejor abogado, de la evidencia aparente pues entonces podemos observar que todas las cosas que nos hieren se transforman es siempre en nuestro bien. La vida parece querer demostrar de nuevo cada día y a cada hora; trátese de lo que se trate, del buen tiempo o del malo, de la pérdida de un amigo, de una enfermedad, de una calumnia, de la falta de una cartaque se espera de la torcedura de un pie, de una mirada, de un argumento que nos contradice, del hecho de abrir un libro, de un ensueño, de un fraude, todo esto nos parece inmediatamente, o poco tiempo después de ocurrir, algo que no podía menos que suceder, algo lleno de sentido y de utilidad profundos para nosotros. ¿Hay seducción más peligrosa que la de perder la fe en los dioses de Epicuro, esos indiferentes desconocidos, para creer en una divinidad cualquiera , cuidadosa y mezquina, que conoce personalmente uno por uno los pelos que tenemos en la cabeza y no repugna prestar los más execrables servicios? Pues bien; dejemos en paz a los dioses y a los genios serviciales y contentémonos con admitir que en ese momento nuestra habilidad teórica y práctica para interpretar y acomodar los acontecimientos ha llegado al culmen. Pero no ensalcemos demasiado tal destreza y sabiduría, si alguna vez nos sorprende la armonía maravillosa que arrancamos a nuestro instrumento; es una armonía demasiado bella para que nos la podamos atribuir. En efecto, hay alguien que se entretiene con nosotros, el amable azar. En ocasiones nos lleva de la mano y la más sabia Providencia no podría imaginar música más bella.